El Tres: Un número cabalístico sobre todo en los procesos de aprendizaje.
Nacemos, crecemos y nos vamos, dejando, si es que crecimos de verdad, una huella que contribuye a la evolución del mundo y del ser humano.
Como maestros planeamos, y esto nos lleva más del doble de tiempo que invertimos dando clase, y dejamos, si es que la planeación se tradujo en una buena experiencia de aprendizaje, conocimientos, valores, habilidades y actitudes que acompañarán y adquirirán un sentido y significado más profundo a lo largo de la vida de nuestros alumnos.
Al enseñar una lengua exploramos la parte del lenguaje, practicamos acompañando y corrigiendo, internalizando y entendiendo y, más tarde, cuando el lenguaje se hace pensamiento y viceversa, propiciamos que haya una producción autónoma y el descubrimiento de una voz propia que se haga evidente, a través del estilo, la identi- dad de quien habla, escribe, lee y escucha.
En las artes escénicas ensayamos, estrenamos y, al final de la función o de la temporada, el público nos retribuye, con su aplauso, el haber sostenido, durante la representación, el espejo donde se vieron reflejados llevándolos, a través de la risa o del llanto, a entenderse mejor.
En los deportes, el tres determina los tiempos de un proceso que nos lleva a la salud, al crecimiento, a la superación, al autoconocimiento y al triunfo.
En primer lugar, calentamos, es decir:
Dejamos la maquinaria emocional, espiritual, psicológica y física lista para el reto, para el desafío, para la contienda; donde los primeros adversarios serán nuestro propio umbral del dolor, nuestra mejor marca y la ley del menor esfuerzo esperando ser superados.
En segundo lugar, ejecutamos, esto es:
El momento en el que cada parte de nosotros, la técnica, el trabajo en equipo, el entendimiento interdisciplinario que liga al deporte con la ciencia, la tecnología, la filosofía, la historia (por mencionar solo algunos factores) están al servicio del nuevo récord del gol, la canasta, el touchdown, el punto, la meta alcanzada, la prueba superada; el instante en que el estadio ruge, la tribuna aplaude, la mirada de quien desde las gradas convierte al atleta en una figura inspiracional y aspiracional, y surge el “cómo sí puedo”, “sí se puede”. . . Siempre se puede...
Para llegar a ese tercer momento donde volvemos, tranquilos y relajados, a nuestro centro de entrenamiento, acompañados de muchos trofeos y medallas, entre los que se encuentran:
La salud, el crecimiento, la confianza en nosotros mismos y en la certeza de que no hay distancia imposible, ni reto invencible siempre y cuando en cada momento de nuestras vidas hagamos como sucede en la cancha, en la alberca, en el salón de prácticas, en el gimnasio . . . lo que tenemos que hacer para ser la mejor versión de ese ser humano que solamente cada uno de nosotros y nosotras puede ser.
Enrique Cortés (Donald Bertrand)